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La carga del hombre blanco: el fracaso de la ayuda al desarrollo



- ÍNDICE -


I. Introducción al ensayo


II. Resumen del contenido del libro


III. Comparación con otros autores: Discrepancias con J. Sachs, similitudes con P. Collier

y las propuestas de A. Atkinson


IV. Conclusiones: sabemos lo que falla, ¿qué podemos hacer?


V. Bibliografía


I. Introducción


En el libro La carga del hombre blanco, William Easterly hace frente a uno de los mayores

problemas de la historia de la humanidad: la pobreza y la desigualdad mundial. El objeto

principal de estudio en este libro es el por qué del fracaso de la ayuda occidental a la hora de

tratar de poner fin al problema que se acaba de mencionar.


En este ensayo se tratarán diversos temas y cuestiones como por ejemplo si es realmente

posible erradicar la pobreza; y en el caso de que sí sea posible,, ¿se está haciendo lo correcto

para acabar con ella? ¿O hay algo en lo que se está fallando y se pueda hacer mejor? Esas son

verdaderamente las preguntas que deben realizarse para se quiere comenzar a atajar el

problema.


En la próxima sección de este ensayo se resumirá el contenido del libro para adentrarnos más

en profundidad en él y entender qué es lo que se trata en el mismo y cuál es la postura del

autor, prestando una especial atención a ciertos conceptos y aspectos clave a los que quizá a

menudo no se les presta suficiente importancia y que Easterly nombra en su libro y son

vitales para entender por qué la ayuda de occidente no es capaz de acabar con la pobreza.


Tras este resumen, en el siguiente apartado de este ensayo se extraerá de una forma más

concreta el mensaje que el autor trata de transmitirnos en el libro y compararemos esa misma

postura con la de otros autores a los que William Easterly menciona repetidamente en su libro

para así ver y comentar las “diferencias” o discrepancias entre uno y otro.


En el siguiente epígrafe se recogerán nuevamente y de una forma muy resumida las

principales aportaciones del autor y trataremos de analizarlas y comentarlas a modo de

conclusión.


Finalmente, en la última página de este ensayo tendrá lugar una bibliografía donde se

recogerá todo el material consultado y citado en este ensayo.


II. Resumen del contenido del libro


Como ya se ha mencionado anteriormente al comienzo del epígrafe anterior, en La carga del

hombre blanco, William Easterly critica ferozmente las ayudas llevan décadas y décadas

siendo enviadas por parte de Occidente a países que viven con una situación mucho más

desfavorecida , económica y socialmente hablando.


Pero, ¿por qué criticaría alguien esas ayudas? ¿No es realmente bueno que los países que más

tienen manden ayuda a los países más pobres? Lo cierto es que visto así y sin estar muy

adentrados en el tema, puede llegar a ser complicado entender por qué alguien se podría

oponer a tan bonito y necesario gesto por parte de los gobiernos de los países más ricos, pero

esa visión puede cambiar cuando somos conscientes de que esas ayudas que llevan más de

cinco décadas siendo enviadas ya superan los 2,3 billones de dólares y no han logrado tener

éxitos significativos en relación al volumen de ayuda enviada. Es cuando se sabe esto cuando

la cosa empieza a llamar la atención y debemos plantearnos si estamos haciendo algo mal,

para no seguir comentiendo el mismo error.


Pero antes de entrar realmente en materia de estudio, debe comprenderse el complejo mundo

de la ayuda internacional, es decir, cómo se puede ayudar a los países más desfavorecidos sin

caer nuevamente en una mentalidad “colonialista” o “imperialista”. ¿Cómo le dices a un país

lo que tiene que hacer para salir de la pobreza sin que parezca o de la sensación de que le

estás “mandando” o debe seguir tus “órdenes” para que le vaya bien? Esta es otra cuestión

realmente importante y que los grandes gobiernos de los grandes países quizás no han

abordado de la mejor manera debido a que todavía sigue viva la mentalidad de enviar dinero

e imponer cambios desde arriba, sin consultar a quienes están más abajo viviendo esa mala

situación día a día, y quizás esto es también otro motivo del fracaso de tanta “ayuda”, pero

esta cuestión al igual que muchas más serán tratadas más adelante.


Desde un temprano momento en el libro, Easterly hace referencia a dos conceptos que

significan cosas totalmente distintas aunque su objetivo o razón de ser en principio debería

ser el mismo: planificadores y buscadores.


Los planificadores, según Easterly, son aquellas personas que están presentes en los

gobiernos de los grandes países que envían esas grandes cantidades de dinero a los países

pobres. Son las mismas personas que se encargan de elaborar lo que Easterly denomina como

“Planes utópicos”, Easterly denomina así a esos discursos de esas personas de los grandes

gobiernos que suenan realmente bien y parecen estar realmente comprometidos con la ayuda

al desarrollo, pero finalmente nunca cumplen su objetivo. Un ejemplo de estos Planes

utópicos que se menciona en el libro son los “Objetivos del Milenio”, de la Organización de

las Naciones Unidas (ONU). Para entender mejor lo que quiere decir Easterly con discursos

“utópicos” y que finalmente no llegan a nada, sólo hay que leer, por ejemplo, los dos

primeros puntos de dicho programa:


“Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre”

“Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal”


El proyecto de los Objetivos del Milenio son ocho propósitos como los que se acaban de citar

que fueron fijados en el año 2000 se acordó su cumplimiento en el año 2015. Hoy día todavía

hay familias en países de África que duermen sin mosquiteras en sus hogares que eviten que

contraigan la malaria, del mismo modo que sigue muriendo gente debido a la falta de

medicamentos que cuestan 12 céntimos.


Por otro lado, tenemos a los buscadores, que a diferencia de los planificadores, no son

grandes mentes sentadas en una enorme mesa que contempla desde fuera la situación en esos

países pobres y determina qué decisiones se deben emplear. Los buscadores son esas personas

que están viviendo esa situación cada día y saben realmente qué es lo que se necesita para

salir de dicha situación, son esas personas que sí pueden dar esa retroalimentación para saber

si la ayuda que se está enviando y las medidas que se están adoptando están teniendo efectos

o no.


La falta de retroalimentación y de responsabilidad por parte de los planificadores es el

principal motivo que según Easterly imposibilita que la ayuda que se envía tenga efectos

positivos y realmente sustanciales. No obstante, este no es el único motivo.


Por otro lado, Easterly también achaca ese fracaso de la ayuda a los gobiernos de esos países

que reciben esas grandes cantidades de capital, gobiernos en un gran número de ocasiones

son corruptos y esto hace que la ayuda internacional no llegue a donde se supone que debería

llegar ni se destine a lo que se debería destinar. De igual modo, un gobierno corrupto o un

mal gobierno (a los que forman estos gobiernos Easterly los denomina “gángsters”) impide

también que haya democracia en un país, y si en un país no hay democracia, los ciudadanos

no pueden elegir a sus representantes y por tanto los “gángsters” siguen en el poder y los

ciudadanos siguen sin su ayuda.


También un mal gobierno implica que no haya posibilidad de que existan los mercados libres.

Para que una economía funcione, debe haber mercados libres, en los que las personas puedan

comerciar y crear así valor y riqueza gracias a ese comercio, pero esto en países donde la

gente es incapaz de elegir a sus representantes, y donde la sociedad apenas tiene confianza en

el resto de personas, es algo casi imposible de que ocurra.


Como ya alguien se ha podido dar cuenta, Easterly cuenta con un amplio abanico de

argumentos en contra de la ayuda occidental y de sus grandísimos planes para acabar con la

pobreza, pero esto no quiere decir que tantos años de ayuda no hayan tenido ni una mísera

pizca de éxito. Hay cosas que sí han mejorado, y aunque no supongan un gran cambio

sustancial en relación al volumen de ayuda que se ha enviado, sería injusto no reconocerlo.


Aún así, todos esos resultados son pocos en relación a la ayuda que se envía y a lo que aún

falta por mejorar, pero como ya se ha mencionado, hay factores por los que la ayuda no

funciona, y lo curioso es que se tratan de “fallos” tanto por parte de los gobiernos que envían

la ayuda (falta de retroalimentación y responsabilidad, los planificadores imponiendo

cambios desde arriba...) como por parte de los países que lo reciben (malos gobiernos,

corrupción, no democracia, falta de confianza en los demás y de libre comercio...). Esto hace

darse cuenta de que hay cosas que hasta que no cambien en los países afectados, esa ayuda no

va a tener ningún efecto positivo como debería.


Debido a esto, la pregunta que los que envían la ayuda deberían hacerse es: ¿es realmente

posible ayudar a acabar con la pobreza, o debería primero haber cambios en esos países para

que la ayuda funcione?


Llegados a este punto, lo cierto es que Easterly no llegó a ofrecer nunca en su libro una

respuesta clara a la pregunta sobre “qué se debería hacer”, es decir, no ofrece una especie de

plan alternativo, sino que únicamente remarca la importancia de esos problemas que tienen

lugar en los países más desfavorecidos y que quizás deberían solucionarse antes de seguir

enviando ayuda “a lo loco” y en la necesidad de la existencia de buscadores que proporcionen

retroalimentación a esos organismos que envían la ayuda.


III. Comparación con otros autores: Discrepancias con J. Sachs, similitudes con P. Collier

y las propuestas de A. Atkinson


Si algo ha podido quedar claro acerca de lo que Easterly quiere transmitir en su libro es que

no se puede empezar a construir una casa por el tejado, es decir, no se puede tratar de ayudar

desde fuera a quien tiene problemas dentro que impiden que esa ayuda pueda tener éxito. No

obstante, esta visión no parecen compartirla esos planificadores que ya hemos mencionado y

que siguen enfocados en seguir enviando ayuda tratando de imponer cambios desde arriba.


Uno de esos planificadores es Jeffrey Sachs. Sachs, quien fue asesor especial de las Naciones

Unidas y estuvo involucrado en los ya mencionados Objetivos del Milenio - y su posterior

variante, los Objetivos de Desarrollo Sostenible -, también es autor, y cuenta con diferentes

títulos entre el que destaca El fin de la pobreza (2005).


Si hay un nombre al que Easterly se refiere repetidamente en su libro, ese es el de Jeffrey

Sachs, y a menudo se pueden ver las discrepancias que existen entre las ideas de uno y de

otro.


Como ya se ha reflejado anteriormente, se pueden resumir las ideas principales de Easterly en

las siguientes: más buscadores y menos planificadores, la ayuda es un despilfarro de dinero y

los cambios han de introducirse desde abajo. En un lado totalmente opuesto a este

encontramos a Sachs, cuyas ideas claves pueden resumirse en las siguientes: los países se

encuentran inmersos en una “trampa de la pobreza”, de la que no pueden salir sin la ayuda del

“gran empujón” y la “terapia de choque”.


Dicho de otra manera, según Sachs, y por tanto, la mayoría de personas que trabajan en esas

organizaciones que son las encargadas de enviar la ayuda, los países pobres no son ni serán

capaces de salir de la pobreza por ellos mismos, ya que para conseguirlos necesitan de la

ayuda occidental (ese “gran empujón” económico) y que Occidente le indique el camino para

que les vaya tan bien como a ellos (lo que implica seguir imponiendo cambios desde arriba

sin tener en cuenta esos problemas a nivel interno).


Esta discrepancia entre ambos autores puede dar que pensar acerca de quién tendrá más razón

que el otro. Según Easterly debemos dejar de enviar ayuda porque los países tienen

problemas internos, pero entonces, ¿dejamos que siga muriendo gente en países como

Somalia? Y por otro lado, según Sachs la ayuda es necesaria para que los países salgan de la

pobreza, ¿pero deberíamos seguir mandando tales cantidades de dinero a países que sabemos

que cuentan con gobiernos corruptos que impiden que la ayuda cumpla su propósito? Es sin

duda un debate que da para mucho que hablar.


Mirando a otros autores no solo encontramos discrepancias con respecto a lo que Easterly

menciona en su libro. Un autor con el que sí tiene ideas en común es con Paul Collier, quien

en su libro El club de la miseria habla acerca de aspectos que Easterly también menciona en

La carga del hombre blanco, como la trampa de los recursos naturales, la necesidad de

reforma política en los países destinatarios de la ayuda o la necesidad de supervisión por

parte de los órganos donantes.


Con respecto a “la trampa de los recursos naturales”, tanto Easterly como Collier están de

acuerdo que a los países que se encuentran especialmente dotados de materias primas y

recursos naturales les suele ir bastante mal. A primera vista puede ser algo difícil de entender,

es decir, el hecho de que poseer recursos naturales sea algo negativo para un país puede sonar

algo bastante ilógico, pero en la mayoría de ocasiones suele ser así, ya que ese país que posee

abundantes materias primas se centrará únicamente en la exportación de esos recursos, que a

corto plazo le generará grandes beneficios pero a largo plazo acabará llevándolo a la ruina.


En cuanto a la necesidad de reforma política en los países destinatarios de la ayuda y la

supervisión por parte de los órganos donantes, Collier viene nuevamente a decir lo mismo

que Easterly, esa necesidad de cambios implantados desde abajo y de responsabilidad por

parte de los organismos ayudantes para que la ayuda llegue a donde debe.


Por último pero no menos importante, en esta sección también cabe nombrar el libro

Desigualdad ¿Qué podemos hacer? de Anthony B. Atkinson. En este libro, Atkinson analiza

el significado del concepto de “desigualdad” y que nivel de esa desigualdad tenemos hoy en

día. Pero, lo más interesante de este libro en relación con el de Easterly es que Atkinson sí

ofrece una serie de propuestas acerca de cómo podemos solucionar este problema.


Una de estas propuestas que podrían dar respuesta o solución a algunos problemas que

Easterly identifica en su libro consiste en que los países destinatarios de la ayuda adopten un

plan para reducir el desempleo, ofreciendo puestos de empleo público y proporcionando un

salario mínimo.


IV. Conclusiones


En este último epígrafe se repasarán de una manera muy general las aportaciones del autor

que han sido analizadas y comparadas en este ensayo y se sacarán algunas conclusiones a raíz

de ello, tratando de dar respuesta a cómo podemos contribuir realmente al desarrollo de los

países más desfavorecidos si ya sabemos qué es lo que está fallando.


Está claro que, tras leer el libro sobre el que trata este ensayo y comparar los puntos de vista

del autor con los de otros autores que han escrito sobre la misma materia, resulta muy

complicado atreverse a decir si los esfuerzos que se están realizando hoy en día por acabar

con la pobreza mundial llegarán realmente algún día a cumplir con su objetivo.


En cuanto a las aportaciones que hace Easterly, he de decir que hay algunas que sí sostengo y

otras que no. Por un lado, considero no solo necesaria, sino también esencial esa

retroalimentación o “feedback” que tanto se ha mencionado entre los países destinatarios de

la ayuda y los que se la envían. De igual manera, también considero necesario un mayor

protagonismo de la figura de los buscadores, ya que al fin y al cabo las únicas personas que

pueden decir con certeza lo que hace falta en esos países y lo que funciona y no funciona son

las personas que están allí y viven con esa situación día a día, y nadie va a saberlo mejor que

ellos.


Por otro lado, también estoy de acuerdo con que la ayuda no funcionará si no hay cambios en

los países que la reciben, pero no creo que dejar de enviar ayuda y esperar a que la situación e

instituciones en esos países cambien mágicamente sea la solución. ¿Entonces, qué podemos

hacer? Creo que es una pregunta complicada, pero si en mi mano estuviese tomar una

medida, creo que la única solución sería la de dar ayuda en el origen. Sabemos que enviar

dinero a países donde la situación no está bien no funciona, entonces tendremos que trabajar

primero en que la situación esté bien para que la ayuda funcione.


Es algo complicado y muy a largo plazo, pero como ya hemos visto, los “súper planes”

cortoplacistas de instituciones como la ONU no funcionan, entonces hasta que no

desaparezca la corrupción y la desconfianza de esos países y haya regímenes libres como la

democracia y los mercados libres, podemos seguir enviando dinero como en las últimas cinco

décadas y el resultado seguirá siendo el mismo. Encarguémonos primero de que el sitio

donde vamos a enviar la ayuda sepa qué hacer con ella, y entonces y sólo entonces enviemos

esa ayuda.


V. Bibliografía


En este epígrafe se citan todas las páginas, artículos o documentos consultados para la

elaboración de este ensayo.


Wikipedia: Objetivos de Desarrollo del Milenio,

https://es.wikipedia.org/wiki/Objetivos_de_Desarrollo_del_Milenio


P. Collier, 2007: “El club de la miseria”, Turner


Marina Forastero: “El club de la miseria”,

https://drive.google.com/file/d/1GlCH5k81obRdcpwG_uHawztHHX5yRT81/view


Paula Cardona: “Desigualdad qué podemos hacer”,

https://drive.google.com/file/d/1__CLhUSOL9mBlmhIF1KkF945JPU2p09v/view


W. Easterly, 2015: “La carga del hombre blanco”, DEBATE


El País: Easterly vs Sachs: ¿sirve de algo la ayuda al desarrollo?,

https://blogs.elpais.com/apuntes-cientificos-mit/2010/03/easterly-vs-sachs-sirve-de-algo-la-a

yuda-al-desarrollo.html

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