El hecho de que la humanidad se encuentra en la era de la comunicación y de la
información por excelencia es una realidad.
Hoy en día, si existe algo que desconocemos o acerca de lo que no tenemos suficiente
información como para hablar sobre ello, no tenemos nada más que coger cualquier
dispositivo con conexión a Internet que tengamos en casa y utilizar cualquier buscador para
obtener la información que precisemos.
No obstante, esto (evidentemente) no ha sido así siempre, nada más lejos de la realidad. Si
queremos ser conscientes de la magnitud del avance que están sufriendo las tecnologías
que nos permiten acceder a la información en tiempo real, no tenemos más que echar la
vista atrás y pensar en la época de nuestros padres. Cuando ellos no tenían suficiente
información sobre algo para, por ejemplo, hacer un proyecto, no podían coger su teléfono
móvil y en dos minutos ser “expertos” sobre ese tema, porque ello no existía. En lugar de
ello, debían buscar cualquier manual o enciclopedia que abordase los temas de los que
necesitaban conocer más información.
Pero esta redacción no tratará sobre el avance de las tecnologías como tal; el objeto de
esta redacción es el paradójico hecho de que justo ahora, cuando tenemos la información
más al alcance de nuestra mano que nunca, es cuando existe más cantidad de gente
desinformada o susceptible a ser engañadas por otras personas a través de la difusión de
“bulos” o las propias “fake news”.
Las “fakes news”, falsas noticias o información engañosa si queremos referirnos a ellas en
castellano, como su nombre indica son noticias que no transmiten precisamente una
información útil para quien la recibe, sino todo lo contrario. El objetivo de estas fake news es
tergiversar la información (o directamente, transmitir información totalmente falsa) para
confundir a quien la recibe en función de los intereses de una persona o un grupo de
personas.
Por poner un ejemplo sencillo y a la mano de todo el mundo, a todos nosotros nos habrá
llegado alguna vez un mensaje de WhatsApp reenviado que prometía algún beneficio o
“recompensa” por acceder a realizar una encuesta online o por registrarnos en un
determinado sitio web. Si alguno de nosotros ha tenido la mala suerte de no darse cuenta y
acceder a dicha “encuesta” o “registro” en ese sitio web, probablemente haya podido
experimentar lo fácil que es ser estafado en plena era de la comunicación, y lo fácil que
hubiese sido evitarlo si nos hubiésemos molestado en, por ejemplo, comprobar que el
dominio o dirección de la página en la que nos teníamos que registrar era de fiar o no.
Este es un ejemplo de lo más básico en el contexto de la falsa información o información
engañosa que se transmite cada día mediante aplicaciones que seguramente todos
nosotros hayamos utilizado alguna vez en nuestra vida, hablo de WhatsApp, Instagram,
Twitter, Facebook y un largo etcétera. Afortunadamente, a medida que pasa el tiempo y la
gente se hace más “amiga” de la tecnología, el número de personas estafadas va
decayendo. Aún así, el número de personas que siguen siendo engañadas por este tipo de
noticias o información sigue siendo alta, especialmente entre las personas mayores y los
más pequeños de la casa.
Todo esto acerca de la información engañosa no solo tiene como objetivo o función sacar un
beneficio económico haciendo que alguien haga “click” donde a nosotros (visto desde el
punto de vista del estafador) nos interese. Las fake news tienen el poder suficiente como
para cambiar la opinión de gran parte de la sociedad si son divulgadas en el momento
correcto. En el documento que nos ocupa para realizar esta redacción (Injerencia 2020,
manipulación electoral) hay varios de estos ejemplos, como el de las granjas de trolls
enviados por los rusos para aumentar la tensión entre los estadounidenses cuando se
acerca el periodo de elecciones, o el boicot a la portavoz del Partido Demócrata, Nancy
Pelosi, el cual consistía la manipulación de un vídeo en la que dicha portavoz aparece
dando un discurso. En el vídeo manipulado parece que Pelosi se encuentra en un estado de
embriaguez, debido a la reducción de velocidad que ha sufrido el vídeo, lo cual hace que
parezca que habla bastante más lento y con mayor dificultad para pronunciar.
Por increíble que parezca, estas cosas se hacen a día de hoy, y es que parece que el
interés de quienes quieren hacerse con el poder se encuentra en ocasiones por encima de
los valores de cada uno y de la propia decencia humana. A los políticos que luchan en cada
periodo de elecciones por hacerse con el poder no les importará que la sociedad sea
engañada o víctima de la desinformación si con ello consiguen su objetivo. De igual manera,
no saldrán a defender a algún miembro de la oposición cuando salga en contra de este una
noticia falsa que le perjudique a él y a su partido, ya que es un punto a favor para el resto de
partidos y candidatos.
Extrapolando este tema de las fake news a un ámbito no tan político y sí más cotidiano,
podemos echar la vista un par de años atrás; España, en pleno auge de la pandemia por el
COVID-19, cuando fuimos “confinados” en casa y solo podía salir un miembro de la familia
cada cierto tiempo para dirigirse al supermercado más cercano para adquirir los recursos
necesarios. Fue una época en la que pudimos pasar esos meses de confinamiento de una
manera más amena gracias a la tecnología, la cual nos permitió estar cerca de nuestros
familiares más lejanos, y aunque no podíamos tenerlos cerca físicamente, quizás sí
podíamos verles la cara y hablar con ellos todos los días.
El párrafo anterior un reflejo de lo globalizado que se encuentra el mundo en el que vivimos
y lo útiles que son la tecnología y el Internet, pero ello también tiene inconvenientes. Todos
recordamos cuando explotó el bulo de que productos básicos como el papel higiénico serían
totalmente agotados en poco tiempo. ¿Cuál fue la reacción de la sociedad cuando este
mensaje se fue transmitiendo de teléfono a teléfono y empezó a aparecer en los medios de
comunicación? Comprar papel higiénico como auténticos locos, aunque no hiciera falta,
comprar papel higiénico como para generaciones futuras. ¿Y qué provocó ello? Que
efectivamente el papel higiénico se agotase.
Probablemente, si ese bulo o esa fake new de que el papel higiénico se agotaría no hubiese
nacido nunca, o no se le hubiese dado tanto difusión, la gente no hubiese reaccionado de
esa manera tan desproporcionada, y probablemente el papel higiénico no se hubiese
agotado de esa manera. Pero es la “magia” de las fake news, en plena era de la
comunicación y de la información, basta que sueltes o salga a la luz “algo” que alarme a
unos “pocos” para que el resto vea a esos “pocos” y reaccione y actúe de la misma manera,
sin saber siquiera si lo que está haciendo lo está haciendo por alguna razón o por puro
reflejo, pero así es como funciona la sociedad, el comportamiento generalizado o en grupo
no es igual al comportamiento individual. Aunque estemos convencidos de que algo no es
verdad, si un grupo muy grande de individuos a nuestro alrededor comienza a hablar de ello
y tratarlo como si fuese verdad, acabaremos “contagiándonos” de esa opinión y seremos
susceptibles a abandonar nuestro propio punto de vista para no sentirnos los “raros” o
“conspiranoicos”. Es lo que pasa con las fake news, podemos no creerlas, ignoralas en un
principio, pero cuando empieza a aparecer en todos lados y la recibimos por parte de varios
de nuestros contactos se nos empieza a poner la mosca detrás de la oreja.
Vivimos en un periodo en el que tenemos al alcance toda la información posible, pero ello
implica que ciertos individuos puedan aprovechar ese “océano” de información para
introducir una “ola” de información engañosa con el objetivo (políticamente hablando) de
que votemos a su favor, o si no lo hacemos, que no votemos a nadie directamente. Es por
ello por lo que tenemos que andarnos con cuidado cuando estemos leyendo algo y
debamos determinar si tomarlo por cierto o no. El mejor método para combatir la
desinformación y todo lo que envuelve a las fake news es comparar y contrastar la
información, y si puede ser entre fuentes de una gran fiabilidad mejor, ya que estas propias
fuentes en las que solemos confiar a menudo sin pensarlo (por ejemplo periódicos de la
talla de ABC, El Mundo... o sitios web como Wikipedia) también pueden ser víctimas de la
desinformación y darle demasiada difusión a una noticia que no la merece. Si somos
consciente de que esa noticia o información no es cien por cien verídica, lo mejor que
podemos hacer es no darle más difusión, no reenvíes ese mensaje y así contribuiremos a
que menos gente sea estafada o engañada por quienes así lo deseen.
0 Comentarios